UNA CIUDAD PROLETARIA
CIUDAD SAHAGÚN, MUNICIPIO DE TEPEPULCO, ESTADO DE HIDALGO
Ahí se educó uno de los sectores de vanguardia del proletariado mexicano. Miles de obreros participaron en diversas luchas para construir o democratizar sus sindicatos. Ahí se probó la fuerza de la clase proletaria, vencedora de muchas batallas. Recordamos con orgullo y cariño a uno de los más grandes luchadores sociales de México, Manuel Cabrera, viejo líder sindical de la década de los 70, odiado por la burguesía por su actividad política entre sus hermanos de clase, los obreros hidalguenses.
La política de privatización seguía los postulados neoliberales a la par que golpeaba uno de los polos de mayor resistencia proletaria en el país, Cd. Sahagún. La estrategia impulsada por Margaret Tatcher en Inglaterra y adoptada como estrategia por los capitalistas en todos los continentes, provocó la diáspora de miles de obreros hidalguenses, la mayoría jóvenes que veían cerrar no sólo las principales empresas, sino, uno a uno los centros de trabajo, con el despido de miles de trabajadores, muchos sin liquidación legal alguna. Miles emigraron, los que se quedaron resistiendo tuvieron que iniciar una lucha a contracorriente para subsistir y preservar sus derechos laborales o lo que quedaba de ellos.
“La criminal política neoliberal con la privatización y cierre de las industrias paraestatales estaba decidida para todo el país y en con especial odio para los obreros hidalguenses de Ciudad Sahagún. Primero se argumentó que los trabajadores eran los culpables, pues sus conquistas laborales “sangraban” las arcas de las empresas y practicaban un “sindicalismo salvaje” o “feroz”. Después de que las organizaciones de los trabajadores fueron aniquiladas y las empresas privatizadas, se dijo que lo que se producía en Ciudad Sahagún ya no era “rentable”.
El odio contra los proletarios que recientemente reanimó la hija de Peña Nieto el candidato PRIísta a la presidencia de la república, es característico de la burguesía en todo el mundo. Este odio se genera porque los burgueses saben que su riqueza y opulencia la generamos los proletarios y ellos la poseen de manera injusta; Ellos están conscientes de que si los proletarios dejamos de lado nuestras pequeñas diferencias y nos organizamos, tenemos la fuerza y la capacidad suficiente para reorganizar el mundo de una manera más justa y equilibrada y les quitaremos todos sus privilegios y riquezas mal habidas.
Esta política salvaje de relocalización impulsada por los neoliberales ha convertido la zona fabril en un área casi fantasmal que contrasta con el bullicio del centro de la ciudad donde crece el comercio, la piratería y los negocios de comida. Los obreros reconocen que la economía de la región depende de las remesas que envían los jóvenes emigrados.
ORGULLO Y RESISTENCIA OBRERA
Pero los obreros estaban fogueados en la lucha, unidos como un solo hombre respondieron organizados en su Sindicato, evitaron la huida cobarde de los empresarios a quienes las autoridades pretendieron cubrir las espaldas. Pero una vez más la resistencia obrera obligó a la empresa a negociar. Ante lo inevitable firmaron un convenio ante la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, en dónde la patronal cedía a los trabajadores los bienes muebles e inmuebles como pago de lo que les debía. Las instalaciones y la maquinaria pasaron a ser propiedad de los obreros, pero no pueden hacerla producir pues no cuentan con capital para invertir, tampoco han logrado venderla.
Posterior, y después de varios intentos de compra-venta, Pacific Internacional Development (PID) adquirió la planta y llegó a un acuerdo de liquidar con una suma global de 170 millones de pesos a los obreros, pero como es costumbre entre empresarios, no tienen honor ni palabra y sus promesas son palabras envenenadas, y solo entregaron 10 millones. Habiendo caído en la trampa del convenio de finiquito de sus derechos laborales, al negarse los empresarios a cubrir el resto los obreros tuvieron que ejercer acciones jurídicas no en vía laboral, sino demandas de carácter civil y mercantil. Es aquí donde los empresarios ejercen la única ley que respetan, la ley de la selva, contratan gatilleros y ordenan asesinar trabajadores.
Pedro Herrera Fernández, secretario general del Sindicato de Trabajadores de Dina, de 50 años y que trabaja como taxista sábados y domingos en jornadas de 16 horas diarias: … “obligados por las circunstancias aceptamos la adjudicación de los bienes muebles e inmuebles de la empresa. No nos quedaba de otra. Y la verdad, pensábamos que sería posible que nosotros la echáramos a andar o que la venderíamos fácilmente”. Todo para lograr la liquidación de ley para los mil 200 trabajadores en activo al momento del cierre de la empresa.
“Y ahora qué: ¿le doy una mordida a las máquinas cuando tenga hambre? En realidad nos engañaron como lo han venido haciendo desde hace años. Ya la situación es insostenible. Es una injusticia que hace derramar lágrimas. Vivo al día. Vea mis ropas. Da coraje que me haya ido deshaciendo de mi carrito, mi estéreo y mis pocos ahorros”, dice encabronado Arturo Pérez, trabajador de 69 años que prestó sus servicios durante 40.
“Ya tenemos el agua en el cuello. Estamos en las últimas. … años sin percibir ningún salario. Debemos mucho dinero a familiares y amigos. Tenemos a los hijos en la escuela y algunos ya están en los estudios superiores. La verdad, ya no aguanto. Esto está canijo”, exclama Silvestre López Ortega, obrero de 55 años que hace guardias junto con sus compañeros a la entrada de Dina, para la que trabajó durante 30. La compañía fue cerrada sin que le pagaran su liquidación. Al igual que los demás trabajadores, se vio de pronto en la calle con su última quincena como todo su patrimonio.
“Lo que nos pasó fue un cambio total a nuestras vidas. Hasta desuniones de familias han sufrido muchos de nuestros compañeros. Han sido años de luchar por lo que se nos debe y no hemos conseguido nada. Ya somos obreros de edad, rebasamos los 50 años y algunos los 60. ¿Será que nunca vamos a ver nuestro dinero?”, se cuestiona el obrero ensamblador Víctor Mendoza Sánchez. No podemos abandonar la empresa: “aquí está el patrimonio de nuestras familias. Algunos trabajaron aquí más de 40 años. Yo fui obrero de esta fábrica 32. Y no tengo nada. Aquí dejé mi vida”.
El último acto de resistencia de la vanguardia obrera de Ciudad Sahagún se realizó a las 11.30 horas del sábado 28 de enero de 2012 cuando los ex trabajadores se enteraron de que los empresarios de Pacific Internacional Development (PID) sacaban la maquinaria de la factoría, acudieron a impedir el saqueo y ocupar la fábrica para presionar para el pago de finiquitos, salarios y prestaciones que les adeudan desde hace nueve años, pero los pistoleros contratados por los empresarios los recibieron a balazos con saldo de un obrero muerto y seis heridos, dos de gravedad. La cobardía de los gatilleros asesinos contratados por los empresarios provocó siete heridos, tres de gravedad, incluido José Matilde Cotonieto Sánchez, quien falleció en el hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social a causa de un balazo en el pecho.
Afortunadamente, de momento la presión social y la cercanía de las elecciones han obligado al gobierno estatal a ordenar la detención de 14 empleados de la empresa entre los que se encuentran varios de los gatilleros, iniciando la averiguación previa 3/080/2012 por los delitos de homicidio y lesiones. El gobierno del estado en un comunicado señala: Los agresores fueron contratados por Manuel Samuel Castro Mercado, representante de PID, advirtiendo que castigará a quienes resulten responsables. El gobierno del Estado de Hidalgo ofreció mediar en todo momento, pero la cerrazón de Castro Mercado impidió encontrar un acuerdo.
Para evitar la impunidad y que el tiempo borre este nuevo crimen de los empresarios, difundamos la lucha de los obreros de Dina y exijamos justicia ya, y castigo no sólo para los asesinos materiales, sino también para los autores intelectuales, que no pueden ser otros que los empresarios accionistas de Pacific Internacional Development (PID).