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domingo, 22 de agosto de 2010

70 AÑOS DE AUSENCIA

LEÓN TROTSKY

TEÓRICO DE LA CLASE TRABAJADORA

El 20 de agosto se cumplieron 70 años del asesinato del revolucionario Lev Davídovich Bronstein mejor conocido como León Trotsky, crimen ejecutado por los esbirros de José Stalin ante el temor que le tenía el dictador ruso por la superioridad moral, política e intelectual de Trotsky.

Socialismo Revolucionario México (SRM) reconoce a León Trotsky en función del aporte a la clase trabajadora, su aporte al método científico y la teoría y práctica revolucionaria, y NO como el santón al que grupos trotskistas le rinden homenaje, lejos, muy lejos de los trabajadores en lucha. Homenajes en donde el gran ausente es la clase trabajadora asalariada, razón de ser de la práctica y teoría política de Trotsky.

Trostky, Stalin y Mao son sin duda los tres grandes personajes en los que diversos grupos o militantes de izquierda se identifican primariamente. Sin embargo un balance de la obra de cada uno de estos tres grandes personajes nos permite afirmar el enorme repudio que provoca el stalinismo (escrito erróneamente cono estalisnismo) cuya práctica política se expresa en el derrumbe poco ejemplar, sin aparente causa, de los llamados países socialistas entre ellos la URSS. Derrumbe estrepitoso, cuyos gobiernos se derritieron como el hielo y que los herederos de Stalin se niegan a analizar.

Otro tanto ocurre con los seguidores del gran timonel Mao Tse Tung y la China contemporánea en donde ningún militante honesto se reconoce o pude explicar que paso con el maoísmo y el porqué de los cientos de archimillonarios capitalistas que militan en el actual Partido Comunista Chino.

A diferencia de stalinistas y maoístas, los trotskos se enorgullecen de su guía. Desafortunadamente la mayoría reivindica la obra de Trotsky como una verdad absoluta, incuestionable. Imposible platicar con un trotsko sin que él solito concluya que su grupo es el heredero legitimo de Trotsky y trate de imponer stalinianamente su verdad.

Lukács señaló en su momento, lo realmente valioso del marxismo es su método, puede Marx tener uno y cientos de errores, pero su método, el materialismo dialéctico sigue y demuestra su superioridad en todos los aspectos y ramas de la ciencia.

Esto es lo que nosotros Socialismo Revolucionario México (SRM) reconocemos de León Trotsky, por lo que nos unimos al homenaje que muchos sinceros revolucionarios en todo el mundo le rinden, por su aporte al método científico, su aporte a la teoría revolucionaria, su práctica revolucionaria y la honestidad a toda prueba que orientó toda su vida en la que luchó por el cambio social, por construir el socialismo y en beneficio de los trabajadores de la ciudad y del campo.

En Socialismo Revolucionario México (SRM) decimos: Si, indudablemente Trotsky tuvo errores, pequeños y grandes; pero el balance entre el aporte y los errores es positivo, por ello invitamos a todos los trabajadores a considerar a León Trotsky en su justo y grandioso aporte como revolucionario.

Y al igual que Trosky decimos, el cambio, la revolución será obra de los trabajadores, de nadie más. Por ello, no basta con organizar homenajes, es mejor organizar a los trabajadores. Si, acumular fuerzas en el sector estudiantil pero teniendo claro que el sector prioritario, fundamental es el trabajo sindical. Organizar y educar en el método dialéctico a los trabajadores asalariados es el mejor homenaje que podemos rendirle.

¡Proletarios de todos los países, uníos!

En Socialismo Revolucionario México (SRM) estamos abiertos a la discusión, al análisis, a someter a la prueba de la crítica y autocritica nuestros planteamientos y práctica política, conscientes de que nuestro origen está en la lucha sindical, conscientes de que nuestros compañeros son en su inmensa mayoría sindicalistas organizados, conscientes que el socialismo será obra de los trabajadores conscientes. De que Trotsky no es el único teórico que orientara el cambio revolucionario, que debemos considerar además de Marx, Engels y Lenin, los aportes de Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, George Lukács, Mariátegui, el Che y muchos otros revolucionarios. Conscientes de nuestro reducido número ante la gigantesca tarea que pretendemos realizar, por lo que deberemos unir nuestras fuerzas a otros grupos con una perspectiva similar. Conscientes de que deberemos construir el frente único de la clase desde la base, conscientes de que somos participes del proceso que prepara a la clase trabajadora para el ejercicio del poder de manera democrática, conscientes de que en la etapa de desarrollo actual de la humanidad el cambio será global, que la revolución y el socialismo o es mundial o no lo será, conscientes de que debemos impulsar el partido revolucionario como una organización internacional que retome lo mejor y continué la titánica labor de las cuatro anteriores Internacionales.

Aprovechamos para reproducir dos análisis del Maestro Guillermo Almeyra, con los cuales coincidimos.

A 70 AÑOS DEL ASESINATO DE TROTSKY

Guillero Almeyra

El 20 de agosto se cumplen 70 años del asesinato en México de León Trotsky, presidente del soviet de San Petersburgo en 1905 y 1917 y, después, líder de la lucha por la regeneración del partido de Lenin y del Estado nacido de la revolución en la que opuso intransigentemente el combate por la democracia interna y la plena y libre discusión de ideas al totalitarismo burocrático de Stalin, nacido de la fusión entre el partido único monolítico y el Estado, ambos en manos de la burocracia seudosocialista.

Los soviets -o consejos- obreros y campesinos (al igual que los consejos de soldados, que eran campesinos en uniforme) fueron -tanto en Rusia, en sus dos revoluciones, como después de la Primera Guerra Mundial en Alemania, Austria-Hungría o incluso Italia en 1920- una creación directa del sector más decidido, culto y organizado de los trabajadores, no de los partidos. En 1905, en efecto, los bolcheviques, el partido de Lenin, se habían opuesto a los consejos a los que veían como competidores de las organizaciones obreras y campesinas del partido y de los que desconfiaban, creyendo que podrían ser maniobrados por los mencheviques, los anarquistas, los socialrevolucionarios, ya que en los consejos militaban todas las organizaciones socialistas, además de gran cantidad de personas sin partido.

Porque los consejos eran el organismo político de coordinación y discusión pluralista de todas las ideas que circulaban entre los trabajadores. Trotsky, de este modo, presidió en 1905 la organización de la expresión directa de todas las tendencias existentes en el campo de la revolución y, en 1917, volvió a dirigir los soviets o consejos pluralistas y democráticos, en los que los bolcheviques tuvieron que ganar la mayoría y enfrentar sus ideas y propuestas con las otras tendencias obreras, antes mayoritarias. Dicho sea de paso, el gobierno soviético presidido por Lenin no fue el de un partido único ni mucho menos monolítico. En el partido bolchevique había, en efecto, libertad de tendencias y una intensa discusión entre las diversas corrientes en la que Lenin muchas veces quedó en minoría, y en el gobierno, además de los bolcheviques -en cuyo partido confluyeron muchísimos anarquistas- estaban los mencheviques internacionalistas y los socialistas revolucionarios de izquierda.

La concepción de Trotsky fue siempre la de Marx: la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos, no de una minoría, una vanguardia autodesignada. El partido es sólo un instrumento, en el mejor de los casos un maestro y un organizador, nunca el reemplazante de quienes declara servir. Y la base de la construcción del socialismo es la autogestión, como la expresada en los consejos que cumplen el papel del Estado sin estar integrados en éste porque legislan, controlan, deciden sobre los recursos, todo sobre la base de las asambleas y de la libre discusión entre las diferentes tendencias, organizadas partidariamente o no.

Ya a comienzos del siglo pasado, cuando acompañado por Rosa Luxemburgo discutía contra la idea del partido ultracentralizado, de vanguardia, defendida en 1903 por Lenin, Trotsky había advertido sobre el peligro de que ese tipo de organización anulase la vida interna y favoreciese la dictadura de unos pocos y hasta la de un jefe en el partido. Sólo en 1923, fracasado su intento de regenerar un partido ya muerto y un sistema soviético en el cual habían desaparecido ya los soviets (consejos) de los años de la revolución y el nombre sólo servía para cubrir los concejos municipales de un partido sin vida interna alguna, Trotsky reivindica la concepción del partido de Lenin. Lo hace porque Stalin y sus secuaces lo acusan de advenedizo, de antileninista y antibolchevique, y la dictadura del aparato inventa un marxismo-leninismo que nada tenía que ver con Marx o con Lenin y que, además, convertía en dogma, en ortodoxia, lo que era un método de análisis revolucionario de la sociedad.

Contra esa invención del trotskismo por la burocracia en el poder, que lo presentaba en oposición al leninismo, Trotsky asume el nombre de bolchevique leninista, la continuidad política de las posiciones de Lenin y, respecto del partido, lucha contra Stalin en nombre del breve periodo de vida del partido triunfante en octubre bajo la dirección de Lenin. Pero en cuanto a los soviets, sigue luchando por revivirlos y hacerlos independientes del Estado supuestamente soviético. Y pugna hasta su muerte para que los consejos -órganos de todos los trabajadores de una empresa o región, sindicalizados o no, miembros o no de algún partido obrero- remplacen a los organismos estatales de mediación, como los sindicatos burocratizados, para ayudar a construir así la independencia política y la conciencia de los trabajadores, y para afirmar su autoconfianza y desarrollar sus capacidades de decisión políticas y administrativas.

Frente a quienes piensan que el socialismo caerá a los trabajadores como un nuevo maná, dispensado desde el partido-Estado, Trotsky aboga en cambio por el socialismo de los consejos, de la autogestión. No sin contradicciones, no sin desvíos momentáneos y excesos administrativos, no sin concesiones incluso a la burocracia que él aborrecía y que le odiaba, pero sí como hilo rojo que marca toda su vida política, que se identifica con toda su vida consciente. Por eso la burocracia mandó asesinarlo: porque era inasimilable e incorruptible. Por eso también le rendimos homenaje en un momento en que muchos pretenden construir el socialismo fundamentalmente desde arriba, con el aparato estatal, desde el aparato estatal, con los trabajadores actuando apenas como coro.

Trotsky, a modo de balance

Guillermo Almeyra

León Trotsky, asesinado hace 70 años en México, fue para la izquierda el hombre más importante del siglo pasado y es hoy el único que sigue siendo indispensable para comprender aspectos fundamentales de la realidad de este siglo. En efecto, Stalin enterró la obra de Lenin, salvó al capitalismo mundial, vacunó a pueblos enteros contra la idea del socialismo y condujo al derrumbe inglorioso de la Unión Soviética y de los países socialistas de Europa oriental, mientras Mao, en quien muchos depositaron tantas esperanzas, condujo por su parte a la construcción de un partido que no sólo no es anticapitalista sino que cuenta con miles de millonarios en dólares en su seno y que se dedica a edificar a toda marcha un país capitalista basado en la terrible explotación de la naturaleza y de la mano de obra.

Trotsky, como todos los grandes hombres, tuvo grandes defectos y también errores de gran magnitud y trascendencia. Con Lenin, por ejemplo, reprimió a los marineros anarquistas de Kronstadt e ilegalizó sucesivamente a los socialistas revolucionarios y a los mencheviques de izquierda, que habían apoyado la revolución de octubre y formaban parte del gobierno y de los soviets (consejos obreros). Después votó la supresión de fracciones en el partido, lo cual sentó las bases para su transformación en un partido único identificado con un Estado heredado del zarismo, burocrático y jerárquico, y así abrió involuntariamente el camino a Stalin. La invasión extranjera y la guerra civil tuvieron para él prioridad sobre la construcción de una conciencia socialista y junto con Lenin puso al partido por sobre la clase obrera, sustituyéndola y sometiéndola al aplastar a la oposición obrera en el partido. Creyó en los años 20 que el partido podía representar a toda la clase obrera, desconociendo la pluralidad de ésta, y que podría dirigirla, dejando así de lado la necesidad de ganar democráticamente consenso para construir el socialismo pues éste no es obra de un partido sino de los trabajadores mismos. Por último, no le hizo caso a Lenin, que le proponía combatir conjuntamente a Stalin y concilió con éste y después también con Zinoviev y Kamenev que habían entronizado y servido a Stalin y volvieron a capitular ante el mismo.

Mientras Lenin era una flecha tendida hacia el objetivo colectivo, Trotsky, que no era un constructor de partidos sino un pensador revolucionario, tenía demasiado en cuenta su personalidad y estaba demasiado convencido de su superioridad intelectual. Eso le llevó, creyendo vencer, a aceptar la lucha impuesta por Stalin y Zinoviev sobre quién era más fiel al legado de Lenin, y esa larga defensa de la ortodoxia leninista demoró su comprobación de que el partido de Lenin había desaparecido irremediablemente y que era ya imposible reformarlo.

Trotsky igualmente no pudo apreciar en toda su magnitud el daño irreparable causado a la conciencia de los obreros de todo el mundo por las tremendas derrotas de los años 20 y 30 sufridas debido a la política de Stalin y de los partidos estalinistas, así como por la calificación de socialista a un régimen burocrático totalitario. Por eso, aunque previó ya en 1936 la posibilidad de la desaparición de la Unión Soviética a menos que hubiera una nueva revolución socialista, excluyó de su análisis sobre ésta la inexistencia en la URSS de los núcleos revolucionarios capaces de dirigirla, todos los cuales estaban siendo asesinados en los campos de exterminio.

La grandeza de Trotsky y su papel indispensable, su legado teórico, vendrán sobre todo del profeta desarmado, aunque ya había demostrado, con su teoría sobre la revolución permanente, que la lucha por la democracia se une indisolublemente con las tareas anticapitalistas. Porque mantuvo el internacionalismo frente al nacionalismo contrarrevolucionario de Stalin y luchó desde los años 20 por la democratización de la vida interna del partido y del Estado y por la separación entre ambos. Porque planteó lúcidamente la necesidad de desarrollar las sucesivas ocasiones revolucionarias, como la revolución china o la de España. Porque, con su teoría sobre el desarrollo desigual y combinado, armó posteriormente a otros como René Zavaleta Mercado, en la comprensión de que el capitalismo no sólo convive con formaciones precapitalistas sino que las subsume en un todo único y contradictorio, lo cual obliga a reconocer las diversidades para buscar una unidad dinámica y cambiante de ellas en el proceso revolucionario. Trotsky fue también quien analizó los gobiernos bonapartistas en los países dependientes dando la clave para evitar calificaciones vacías y tontas como el populismo o la búsqueda eterna de en qué consiste el progresismo de los gobiernos que se oponen al imperialismo.

Sin el análisis de Trotsky sobre la burocracia soviética y las burocracias en general en los períodos de transición es igualmente imposible comprender lo que pasa en los gobiernos revolucionarios. Y sin su énfasis en la independencia política de la clase obrera, aunque sea en un partido obrero basado en los sindicatos que favorezca la evolución política de los trabajadores y sin el énfasis que puso en la construcción de un núcleo en torno a principios sólidos y a una visión internacional, no se puede preservar nada fundamental del legado de Marx y de Lenin. Por consiguiente, no se puede leer y conservar a Trotsky religiosamente como hacen los fieles con sus libros sagrados y, evidentemente, León Trotsky no es responsable de la decena de grupos que lo caricaturizan.

Trotsky fue un pensador crítico, aunque no siempre suficientemente autocrítico, y partía siempre de las modificaciones y contradicciones en la realidad, no de una teoría preconcebida. Para él, que exigía rigor teórico, también el árbol de la vida es verde y el de la teoría es gris. Por eso Trotsky vive y sus asesinos fracasaron en su intento de acallar su pensamiento.

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La crisis que vive actualmente el capitalismo pone al orden del día la urgente necesidad de una organización que eleve el nivel de conciencia de los trabajadores para acabar con la explotación del hombre por el hombre y establezca un gobierno de los trabajadores del campo y la ciudad