ENTREVISTA CON GUILLERMO ALMEYRA
Jaime Leroux y Octavio Moreno
REVISTA LA GUILLOTINA: No cabe duda de que estamos en el comienzo de una
revaloración profunda de lo que implica la lucha social y política. Por una
parte nos enfrentamos a un profundo desgaste de la izquierda, concepto que está
hoy en cuestión, sobre todo por el papel que han jugado las izquierdas
vanguardistas y partidarias, con su concepción organizativa, jerárquica y
autoritaria, cuyo objetivo fundamental era la transformación social a través de
la toma del poder. Por otro, presenciamos la emergencia en el mundo de movimientos
de izquierda, que sin reclamarse socialistas ni aceptar la idea de luchar por
el poder mediante la organización partidaria, están haciendo política, como es
el caso del EZLN, el MST brasileño o el movimiento Pacachutik de Ecuador. Es en
esta encrucijada en la que por fin se está planteando una discusión sobre cómo
lograr los objetivos liberadores, anticapitalistas, más allá de los viejos
moldes y los fracasos históricos, lo que puede confirmarse con el revuelo que
ha causado la publicación del libro Cómo
hacer la revolución sin tomar el poder de
John Holloway, que se presenta como
un intento serio de cuestionar la historia de las izquierdas y preguntarnos
cuáles son los fines y cuáles los medios idóneos para llevar a cabo la
transformación social.
En este sentido, la afirmación de Holloway de que la
lucha por el poder no nos ha servido para transformar las relaciones sociales
y, que, por lo tanto, no puede ser más un referente obligado de la acción
revolucionaria, ha abierto una gran controversia en la que ha destacado como su
crítico más lúcido el profesor Guillermo Almeyra, quien señala que "En su
análisis, Holloway elimina la política y la historia".
"Es cierto que es necesario combatir la noción
misma del poder y que hay que hacerlo en la vida cotidiana, señala Almeyra,
para quien "eso no basta, porque los otros siguen ejerciendo el
poder".
"Si uno quiere acabar con el poder tiene que
ejercer un contrapoder" afirma Guillermo, militante socialista de toda la
vida, investigador, profesor y escritor que conoce profundamente los
movimientos políticos y sociales de América Latina y ha sabido ser un testigo
lúcido de un siglo pleno de luchas, traiciones y derrotas, que apuesta por una
visión realista que trata de recuperar el sentido de la lucha política de las distorsiones
que hoy la limitan.
"Lo que Holloway combate es la idea de
vanguardia, una idea religiosa, pero al hacerlo está presente la idea de lograr
una mejora del alma humana en el sentido cristiano, un pensamiento que está
derrotado porque ignora la historia, la política y la lucha de clases",
señala.
¿Cuáles son los límites del discurso de Holloway?
¿Podemos realmente prescindir de la lucha electoral y política? ¿Se está
exagerando el sentido libertario de luchas como las que hoy libra el movimiento
asambleario y piquetero argentino? Estas son algunas de las interrogantes que a
continuación presentamos en una entrevista que aborda desde una perspectiva
esclarecedora un debate, que como Almeyra mismo señala, apenas comienza.
* * *
RLG.- Se ha abierto un amplio debate en torno al tema de la toma del poder que
tiene su origen en la experiencia de movimientos que, como los zapatistas o el
MST, han puesto en cuestión los fundamentos de muchas organizaciones de
izquierda. ¿Cómo definirías la situación actual de las izquierdas?
El término izquierda es relativo, nació para definir a
los que estaban a la izquierda del recinto de la Asamblea durante la revolución
francesa, y que acabarían guillotinándose unos a otros, pero se refiere más
bien a la actitud de quienes no están conformes con el sistema y quieren
sustituirlo o reformarlo radicalmente; y creen que eso se puede hacer a través
de las instituciones como sucedió en la revolución francesa.
Hoy el concepto está gastado, a muchos les asusta oír
hablar de socialismo o comunismo pues se identifica con las dictaduras
burocráticas, con el stalinismo. No obstante, los periodistas siguen utilizando
el término izquierda como un concepto genérico, una etiqueta que califica por
igual a grupos, corrientes y personas que no tienen nada que ver entre sí. En
Europa se señala lo mismo a Blair y la Tercera Vía (una política neoliberal con
preocupaciones sociales cosméticas) que a Felipe González y los partidos
socialdemócratas europeos, o a partidos como Refundación Comunista en Italia.
En Latinoamérica se consideran como de izquierda a un amplio espectro de
grupos, tanto a los partidos políticos - el PT brasileño o el PRD mexicano -
como a movimientos sociales muy diferenciados: al Movimiento de los sin tierra,
que se definen socialistas y tienen un programa democrático radical; a los
indios en Bolivia que integran un gran frente político; o a la federación
indígena de Ecuador, Pachakutic, que se niega a ser llamada socialista y busca
"renovar el mundo" con cambios anticapitalistas.
Lo que podemos constatar es que la izquierda que está
emergiendo en el mundo es muy diferente de la izquierda anterior. Antes las
izquierdas, los partidos comunistas, socialistas o los de la "nueva
izquierda" (término que surgió en el 68 para designar a las organizaciones
trotskistas y maoístas que se opusieron a las políticas comunistas y
socialistas) tenían como objetivo un cambio de régimen y en torno a él la
construcción de una nueva política. La izquierda de hoy no se define
socialista, no acepta la idea de partido, pero hace política. Las
manifestaciones contra la globalización, la lucha de los centros autogestivos
en Europa, la lucha de los piqueteros en Argentina o la de los zapatistas,
representan experiencias políticas.
RLG.- En su libro John Holloway, hace eco de una idea que está presente en los
nuevos movimientos sociales, la crítica a los partidos. El considera que la
idea que mueve a estos, la toma del poder, ha significado históricamente la
derrota de las luchas revolucionarias.
En su análisis Holloway elimina la política y la
historia. El capital no solo son leyes económicas, el capital debe hacer
política, bajar a un territorio con gente concreta para realizar su ganancia.
No es sólo un movimiento abstracto de valor, es también circulación de ideas y
de dominación. Las revoluciones no se explican por leyes económicas, sino por
la historia, que toma cursos inesperados porque los pueblos hacen su
experiencia política de cara a los acontecimientos y empujados por éstos, no
preparándolos ideológicamente. Lenin estaba tomando vino en Suiza cuando le
llegó la noticia de la revolución en Rusia.
En la historia, decía Braudel, hay tiempos cortos y
tiempos largos. El proceso largo que se inició con la revolución norteamericana
y siguió con la revolución francesa no ha terminado - no existe aún liberté, egalite o fraternité. Existen también los tiempos cortos, como el que se dio
entre la revolución de febrero y la revolución de octubre en Rusia, o el que
considera a la revolución rusa como un movimiento libertario, con democracia en
el partido y pluripartidismo, que duró sólo dos años. La derrota de la Comuna
de París llevó menos tiempo. Pero estos no son hechos aislados, la Comuna
preparó la revolución rusa, y la derrota de ésta, a su vez, forma parte de los tiempos
largos que nos toca vivir.
Nuestra vida es corta. La vida me ha permitido ver
varias cosas, el ascenso del fascismo, el bomm de la posguerra, el
crecimiento del stalinismo. Los procesos políticos que puede ver una persona
son cortos, pero los procesos políticos reales en la vida de las sociedades son
largos. El problema que enfrentamos es que para muchos el socialismo fue esa
mierda que conocimos con el nombre de socialismo real. Hace sesenta años éramos
pocos los que estábamos en contra de ello, ahora no hay duda para nadie que eso
no era el socialismo.
Los procesos en la historia no son lineales, como
pretende Holloway, son procesos y cada ruta es una experiencia. Esa es la
historia de la lucha de clases.
RLG.- Nosotros pensamos que Holloway está decantando con mucho tino el
ambiente político que han generado estos movimientos - piqueteros, cegeacheros,
globalifóbicos - que coinciden en cuestionar a las instituciones y desmarcarse
de cualquier visión patrimonial del poder. Replantear el sentido del para qué y
el cómo luchar.
Holloway exagera completamente el sentido de esas
luchas, dice que el grito de "que se vayan todos” es una consigna
revolucionaria que quiere decir "que se vaya el capitalismo", y no es
así. Los que hoy ocupan
fábricas no están diciendo "que se vaya el capitalismo" porque el
capitalista ya se fue y dejó la fábrica. Entonces la ocupan y siguen en la
búsqueda de mercados o de que el gobierno se haga cargo. No han roto con el
capitalismo y en esto Holloway se equivoca.
Lo mismo sucede con su interpretación del poder, es
cierto que es necesario combatir la noción misma de poder y que hay que hacerlo
en la vida cotidiana, pero eso no basta porque los otros siguen ejerciendo el
poder. Holloway formula una pregunta que no responde: ¿qué pasa si en medio de
la noche te asalta un tipo a mano armada en una calle desierta?. Cuestiona el
hecho de que al defenderte ejerces la violencia como la ejerce el atacante.
¡Pues sí, es la violencia contra la violencia! ¿Ofende tu calidad humana?
¡Claro que sí! Pero evita que seas una víctima pasiva. Si uno quiere acabar con
la violencia debe tener la idea de que hay que responder a ella. Si uno quiere
acabar con el poder tiene que ejercer un contra-poder. Estás en un mundo de lucha de
clases, no en uno de gente que se puede convencer.
Lo que Holloway combate es la idea de vanguardia, una
idea religiosa, pero al hacerlo excluye la política. En él está presente la idea de
lograr una mejora del alma humana en el sentido cristiano, un pensamiento que
está derrotado históricamente, el pensamiento de los que excluyen la historia y
la política, la lucha de clases.
RLG.- En Argentina ya ocurrió un estallido que tiró a varios gobiernos y dejó
un enorme vació de poder y el descrédito total de la clase política. Tú has
planteado que es un movimiento más reactivo-defensivo que programático...
Estoy de acuerdo en que el movimiento es muy
importante en tanto que es una expresión de repudio al capitalismo. La
aparición de un movimiento amplio, surgido de los sindicatos, ha sido sumamente
positivo para la diferenciación de clase en la Argentina. Esto ha permitido
crear una experiencia política con gente de orígenes diversos, que siempre
había seguido a caudillos y hoy es protagonista de la política. Sin embargo,
los piqueteros son un sector heterogéneo; algunos están organizados por
maoístas, otros por una secta trotskista; hay piqueteros que rechazan la idea
de partido y otros están bajo el dominio de la Confederación de Trabajadores de
Argentina, que tiene una visión socialcristiana. Lo que tenemos es una izquierda
difusa, con grandes prejuicios hacia los partidos, pero que en cierta medida
está más avanzada que aquellos porque hace política.
En las asambleas populares algunos piqueteros también
tienen prejuicios en contra del socialismo - de hecho ninguna de las tendencias
plantea un programa socialista - pero todos avanzan hacia un programa
democrático radical incompatible con el capitalismo, es una experiencia
anticapitalista. ¿Qué
capitalismo funciona si llaman a no pagar la deuda exterior, a estatizar los bancos
y las empresas fundamentales, a subordinar los intereses del capital a las
necesidades de la gente?. Su programa abre caminos que no son capitalistas.
Con respecto al “que se vayan todos”. Es una expresión
de rechazo que cada vez menos gente la grita. Crearla no significa que tienes
una alternativa simplemente que repudias a los que están en las instituciones
lo cual fue importante para la gente que hace año y medio apoyaba a Menem, pero
eso no indica que haya una ruptura política en el régimen argentino. De hecho,
para las próximas elecciones se piensa que habrá un abstencionismo de 35 % -
alto pues el voto es obligatorio -, el 65 de los votantes va a votar
básicamente por dos peronistas de derecha, luego por el CTA, una postura de
centro izquierda que iría por una cuarta parte de los votos. Así que no es
cierto que hay una situación revolucionaria.
RLG.- ¿Como ves el triunfo de Lula?
Hay que diferenciar. Lula, el PT y la Central Obrera
están negociando todo porque creen que no se puede salir del sistema. No son
traidores, no son agentes del capital pero están negociando. El MST es
independiente, ellos organizaron el plebiscito contra el ALCA junto con la
izquierda de la iglesia católica y obtuvieron diez millones de votos. Ni Lula
ni el PT apoyaron eso, pero esos movimientos independientes votaron por Lula. Una cosa es golpear juntos en un
clavo cada uno con su martillo, y otra cosa es darle el martillo a Lula para
que con él te pegue en la cabeza.
RLG.- Mientras el gobierno de Lula negocia con el Banco Mundial, los sin
tierra siguen tomando tierras de forma legal o ilegal, ¿no se está encamina
Brasil hacia una profundización de la reforma agraria?
Lo que Lula les ha respondido es que vayan y
desmonten, lo cual es una barbaridad ecológica y una barbaridad desde el punto
de vista social. Toda esa gente irá a cortar árboles y hacer tierras
cultivables en selvas extremadamente frágiles como la Amazonia. Es lo mismo que
hizo Echeverría en los setenta, mandó a todo mundo a las cañadas de Chiapas que
luego se hicieron zapatistas.
RLG.- En torno al triunfo de Lula, se habla de una retroalimentación del PRD
mexicano.
Porque en el PRD creen que fue un triunfo de Lula, y
no es así. Es un triunfo de los brasileños que tomaron a Lula y lo proyectaron.
RLG.- Lo cierto es que la política de la izquierda como el PRD o el PT
brasileño, que participan de la vida institucional, se encuentra a prueba. ¿Por
qué circunscribir la política a los espacios institucionales, legales del
Estado? ¿Es realmente este un escenario de lucha política?. Tu mismo has
señalado que hay actitudes antipolíticas, como el nuevo disfraz de la lucha por
el poder parlamentario
En la época
de la mundialización el campo de lo político tiende a reducirse porque las
decisiones se toman en el exterior. Los gobiernos no controlan los elementos
esenciales para hacer política, que se refugia, no en el parlamento o las
instituciones, sino en movimientos amplios basados en el territorio que no se
identifican con las estructuras partidarias, aunque en algún momento tengan que
hacer un acuerdo con estas.
No
dependen de los partidos, los utilizan. Votan porque no hacerlo es la peor
forma de luchar, pero utilizan los procesos electorales como tribuna.
Entrar en la lucha electoral y
parlamentaria es un problema de táctica. Si la relación de fuerzas no nos favorece, tenemos
que usar terrenos de lucha que no son nuestros, como las elecciones. Dejar de
participar, implica que sean elegidos guardias blancas y gentes del PRI. No es un problema de confianza
en las instituciones, si queremos mantener la organización, la
autodeterminación y elevar la conciencia entonces es mejor que uno de los
nuestros quede como alcalde y no uno del bando del cacique.
RLG.- La toma del poder fue el objetivo central de las izquierdas marxistas
hoy la tendencia es a crear experiencias autonómicas o asamblearias. ¿No
estamos frente a un posicionamiento más estratégico?
Tienes que utilizar todas las armas que estén a tu
disposición y saber que no juegas sólo. Estás enfrentando a otro que te
asesina, te persigue, te mata de hambre, hace el ALCA. No podemos decir que
no tenemos nada que ver con eso. Para lograr un cambio de
mentalidades hay que reconocer que la cabeza de la gente se forma en esa
realidad, y que si eres indígena, como tal estás marcado por el capitalismo.
¿Qué podemos pensar cuando la mayoría de los campesinos nahuas que van a la
educación bilingüe, rechazan aprender su propia lengua - porque lo consideran
inútil - y piden que en vez recibir educación en nahua, le den inglés? ¿Cómo
introyectan los valores de la clase dominante? No podemos olvidarnos de los que
están el poder, y que tenemos que sacarlos de ahí para que existan condiciones
de vida.
RLG.- Había un horizonte histórico en Marx y en Lenin, quienes plantearon que
la lucha por el poder implica en el largo plazo una lucha por la disolución del
Estado, por derrotar las instituciones externas o que están por encima de la
sociedad.
Marx decía que había que pasar de la “administración de
las personas”, o sea del “poder sobre” como dice Holloway, a la
“administración de las cosas”. Significa que
siempre tendrá que haber alguien que haga funcionar las autopistas, que haga
funcionar los horarios, etc. No un poder sobre la gente. Esto se puede combinar
perfectamente con los medios cibernéticos: la participación directa, el control
sobre los representantes, la derogación de los mandatos, la eliminación de
todos los privilegios. Todo lo que forma parte de la separación entre lo que
aquí se llama falsamente clase política y el electorado. Sacar del poder a los capitalistas es el
primer primer paso para la disolución del poder y del gobierno. Marx no quería
un Estado, él hablaba de comunas libres asociadas.
En el contexto de la crítica a los grandes mitos de la izquierda, el
rechazo no sólo se manifiesta contra los partidos, sino contra las
instituciones del Estado. La izquierda siempre tuvo al Estado como punto de
llegada, como centro desde donde se podía intervenir.
La crisis de las instituciones sigue ahí, en la
corrupción de los partidos de gobierno, incluidos los de izquierda, en la
mentira del progreso indefinido, en la hegemonía del capitalismo por la vía
institucional. Cada
vez es más evidente que ha habido un retroceso al siglo antepasado. ¿Dónde
están las 8 horas? ¿la protección infantil?
El Estado es una relación social, una especie de
acuerdo por el cual yo acepto, por ejemplo, que el tamarindo dirija el tráfico
porque si no sería un caos. El gobierno y las instituciones son solo una parte
del Estado. El rechazo no se expresa contra el Estado sino contra las
instituciones y la centralización de poder. Los zapatistas no se oponen al
Estado, están creando un tipo de Estado que reconoce la autonomía, los
municipios indígenas y las asambleas directas.
RLG.- Tú has lamentado que se están imponiendo formas de pensamiento que
rechazan lo político. En contraparte el zapatismo cuestiona a las instituciones del Estado y las relaciones de dominación que producen. En ese sentido no es
una solución señalar que los zapatistas también están construyendo
instituciones, porque ellos han dicho que no son vanguardia, que están bregando
en la pregunta.
Ellos dicen que no hay nadie que tenga la verdad
revelada, por eso cuando preguntan no dicen lo qué hay que responder. Eso es
importante porque excluye al partido de tipo stalinista; pero eso no niega
otras formas de partido. No se puede decir este martillo es malo porque puede
asesinar a una persona, pues también sirve para reparar unos zapatos, depende
de quién lo use.
En cuanto a que estén cuestionando las relaciones de
poder, es relativo. Ellos forman municipios libres, lo que implica una
estructura, tienen un ejército con mandos. Tienen otros valores (lo que me
parece justo en la medida en que los partidos y los sistemas de representación
son una estafa: tú me delegas tu poder y yo hago lo que quiera durante cuatro
años), por eso plantean construir relaciones de igualdad, autonomía. Pero hay
que hacerlo todos los días, la autonomía no puede significar que un municipio
conjunto de tojolabales y tzotziles se separe porque los cabrones tzotziles te
mayoritean. Si
queremos cambiar la mentalidad de la gente lo tenemos que hacer en los hechos,
y el zapatismo solo lo está haciendo en parte. Por eso Marcos dice lo que
quiere y no hablan los otros.
RLG.- No hay parámetros de comparación entre el zapatismo y la izquierda que
le antecedió. Antes se decía que el hombre nuevo surgiría con el socialismo,
ahora reivindicamos lo pluricultural, el respeto a la diferencia, hemos tirado
a la basura los modelos. Cualquier intento de solución teórica tener partir de
visión histórica del problema.
Exactamente, se debe abrir la discusión sobre la
realidad actual partiendo de la base de que nadie tiene la verdad. Las
experiencias de América Latina se dieron en un ambiente en el que predominaba
una concepción religiosa, entre stalinista y católica, todos se creían
salvadores con armas. Los resultados son catastróficos. ¿De dónde viene la piñata
sandinista? De la concepción que dicta: “como vanguardia nos es permitida
cualquier cosa”.
Hoy es evidente que el hecho de tomar el gobierno no
basta para la creación de un hombre diferente, lo que apenas se podía lograr
era tener un país un poco más moderno. Pero, por más que reconozcamos en el Che
a una persona que ponía el acento en el compromiso humano que entrañaba la
revolución, no podemos negar el descrédito total de la guerrilla, de las formas
clásicas de representación de los partidos, de las instituciones. Eso es
positivo porque es un paso hacia una solución distinta, y los ejemplos están a
la vista: el MST brasileño, un movimiento con una estructura mesiánica - ya que
tiene su origen en las comunidades de base, con una dirección semiclandestina,
se ha abierto al desarrollo del movimiento de ocupación; los indígenas
ecuatorianos practican formas de democracia directa que les han permitido
destituir a varios de sus dirigentes cuando estos se corrompen; los bolivianos
mantienen formas de autogestión desde 1952, están más avanzados que cualquier
otra agrupación en América Latina, incluso que los zapatistas.
RLG.- Vivimos la emergencia de movimientos que plantean la necesidad de
atender lo local, pero los estados nacionales están acotados por una política
capitalista global. Esto ocurre en México, Brasil, Bolivia, Ecuador o
Argentina, donde los movimientos luchan por objetivos concretos con métodos
extremos.
Lo local tiene que reflejar lo
global, pero hay que partir de lo local para ofrecer otra globalidad. Lo
importante de los que luchan por otra globalización es que buscan una
alternativa de país y no solo en una solución para su municipio. Las políticas se hacen sobre el
territorio, el territorio de un país con una cultura y una identidad.
En este marco, nos encontramos con un indígena que
para conseguir que le paguen su jubilación tiene que hacer al menos una huelga
de hambre. Es decir que para conseguir los derechos constitucionales hay que armar
la de San Quintín. En Atenco, para que respetaran su tierra, la población
tuvo que insubordinarse en armas. La adopción de nuevos métodos de lucha más
radicales nos muestra que estamos en un momento de cambio en la correlación de
fuerzas. La revolución es un cambio drástico o abrupto, pero es un fenómeno
excepcional en la historia, el resultado de una acumulación de fuerzas tal, que
¡pum! Todo salta. Bueno, ahora estamos en un momento de cambio en la
correlación de fuerzas, cuyo motor es la aparición de movimientos y nuevos
actores que están haciendo política.
RLG.- En torno a este fenómeno Bartra dice que no debe haber una pugna entre
reforma y revolución.
Nunca hubo una muralla china entre ambas. Las
revoluciones se hicieron buscando reformas, son el resultado del fracaso de la
idea de reforma, pero no la niegan, la incorporan a su horizonte. “Sufragio
efectivo, no reelección”, eso era la revolución mexicana. La necesidad de modificar
políticamente el país dio como resultado la bola, no porque la gente
hubiese querido una revolución - ese fue el resultado social - sino porque
quería reformar al régimen.
RLG.- Esto rompe con el paradigma de la izquierda de la revolución como un
estallido que irrumpe contra todo y contra todos.
Esa es la lectura jacobina, una falsa lectura del
fenómeno presente en Marx y Lenin, porque la revolución francesa era el único
ejemplo a su alcance. Lo cierto es que los nuevos procesos revolucionarios
serán distintos a los anteriores. Para empezar ya no hay un
campesinado o un proletariado, hay una relación tal en que el campo se ha
concentrado y se ha tecnificado; los campesinos e indígenas se han politizado,
mientras que las ciudades se han marginalizado a lo bruto. Se han roto también
las relaciones históricas que daban base a los conservadurismos, así como las
divisiones entre los países. Todo eso demuestra que el zapatismo es posible,
porque si la piel del tambor está tensa, en cualquier lugar de la tierra que
golpees, aún con poca fuerza, vas a tener un retumbo tremendo. Además hay una
unificación de la tecnología y las luchas anticapitalistas. Los zapatistas no
hubieran durado ni una semana si no hubiera habido internet y televisión.
En el marco de este debate ¿cómo debemos concebir al poder?
Depende cómo lo percibimos. El poder está en todos
lados, en las relaciones personales, en el hecho de que existan títulos
profesionales, Foucautl
dice que todos tenemos un fascista en la cabeza. Pero en el proceso de eliminar
esos poderes, el ser más transparente y democrático no puede vivir al margen de
lo que ocurre en la política, tiene que responder ante la violencia permanente
del poder. No es posible
cambiar la cabeza de la gente primero y luego construir relaciones más
decentes, es algo que va mezclado, y en eso coincido con los zapatistas, nadie tiene
una receta. Eso hace difícil el proceso, porque en cada uno de nosotros hay
elementos conservadores muy fuertes, no vivimos fuera ni aislados de esta
realidad, estamos atravesados por el poder.
RLG.- Quisiéramos clarificaras los conceptos de contrapoder y anti-poder, a la luz de esta fase en la que nos encontramos
de destrucción del orden anterior y creación de nuevos caminos.
El contrapoder es algo impuesto por el poder. Si
un policía te quiere pegar tienes que responder, o escapas o esquivas el golpe
y le das una patada. Al ejercer un contrapoder se corre el riesgo, como dice
Holloway, de educar y crecer en el poder. Eso es algo inevitable. El
contra-poder es distinto a la auto-organización, que te permite desarrollar una
nueva subjetividad, nuevos valores y relaciones anti-poder.
Para reconstruir una casa que se está cayendo en
pedazos, necesitas primero derribarla, limpiar los escombros, necesitas
ladrillos nuevos, escoger lo que vas a reutilizar. Estamos en esa fase, en la
que están apareciendo experiencias políticas masivas que, sin darse cuenta,
están buscando soluciones distintas.
Sin embargo, es importante distinguir el tercer mes de
embarazo del noveno. El embarazo existe, pero no se puede creer que todo está
resuelto. Algunos sectores sociales como los jóvenes, las clases urbanas
marginalizadas provenientes del campo o la emigración y los campesinos
dependientes golpeados por la crisis se movilizan contra el capitalismo,
creando cada vez más conciencia, organizaciones y modelos de autogestión.
Hay un proceso de autorganización creciente, una mayor
distinción entre la participación social - la autogestión, la democracia
directa - y la vieja idea de la dirigencia de izquierda. Desde este punto de
vista la contradicción entre partidos y movimientos es ficticia, porque con
diferentes formas siempre ha habido partidos, posturas. El partido como hoy lo
conocemos, una estructura burocrática integrada en el Estado, es una invención
de la revolución francesa, una forma que no puede ser eterna. Lo que ahora hay
que crear es otro tipo de movimiento, que haga política, que reúna a la gente
en torno a ideas y en ese sentido tenga un adventum suficiente
para reunir a gentes de las diversas tendencias sin imponer posturas. Pero eso
está empezando apenas, la ofensiva está de parte del capital en todos los
terrenos. Las luchas todavía son defensivas. A escala mundial todavía vamos
perdiendo.
Entrevista publicada en
Revista “La Guillotina”,
México.